jueves, 29 de diciembre de 2011

On/Off.-

Ella estaba acostumbrada a la adrenalina. No porque le gustaran los deportes extremos, porque viviese rodeada de drogas o lo que, cualquier abuela, llamaría "descontrol". No. Lo suyo era más bien genético. Venía de un abuelo materno adicto a las mujeres, allá por 1930, con trece hijos legítimos, de su esposa, y algunos más desparramados a lo largo y a lo ancho de su país. Todo un criollo. Su madre, a su vez, era jugadora. Lo había sido fuertemente a fines de siglo y hoy, por la segunda década del nuevo milenio, estaba más aplacada, ya pasando los sesenta años y los miles de pesos en deudas.
El tema entonces, era que ella comenzó a sentirse algo aburrida. Aburrida, sí, y hasta embotada. Desde que tenía recuerdo, su vida había sido una sucesión de relaciones fallidas, intensas. Las últimas dos habían finalizado, dramáticamente, con sus reiterados intentos de suicidio. Reiterados y fallidos, porque ella, ahora mismo, está en el cuarto, en el suyo, escuchándose cantar canciones tristes de letras escritas por esos días pero cantadas tanto tiempo después, y escribiendo éstas palabras.
Tenía, de repente, un trabajo "regular". Para ella, regular no quería decir más o menos bueno, sino más bien un trabajo como cualquier otro, un trabajo ordinario, un trabajo de esos que tienen cualquiera de los cuarenta millones de argentinos que poblan sus tierras fértiles. Tenía, a su vez, una familia y unos amigos sanos como ella, trabajadores como ella, más o menos enteros, como ella. Y había conseguido algo así como un novio, bah, que novio. Un chico que todos conocían, con el que hacía el amor apasionadamente varias veces por semana, un chico que le mandaba mensajes o la llamaba todos los días. Un chico que nunca le había preguntado querés ser mi novia, no, pero que ambos sabían que lo era bastante. Estaba leyendo un buen libro, podía componer, y se daba el lujo de escribir. Pero para ella, eso no era suficiente. No, para mí no lo era. No lo es, más bien. Porque hoy, jueves, el último del año antes de darle entrada al fin del mundo, yo, Zahira, me encuentro de madrugada, entendiendo que ni trabajo, ni casa, ni familia, ni amigos, ni música, ni letras, ni chico, ni nada en el mundo, pueden llenar ese vacío que domina a aquellos que alguna vez sentimos la adrenalina de estar al borde de la angustia, sumidos en el conflicto, desesperados, asustados, agobiados, arrastrados.. "Trapo sucio", le puse a la canción que escucho ahora, que compuse, que habla de alguien que no es más que yo misma pero alejada. Y acá estoy, a las cuatro de la mañana, tratando de entender como todo puede, de un momento al otro, ser nada. Porque hoy, Zahira, quien escribe, necesita un cambio.
Entonces, apaga su pc, y se va a dormir.-